Sunday, July 29, 2007

LA SANFERMINADA NACIONAL

El Mundo/La Crónica de León/ viernes 13-07-2007
José Luis García Herrero
La sanferminada nacional

Decíamos ayer, o sea, hace un año, qué para honrar a Fermín, santo y mártir, no haya fiesta mejor que una tropa de turbios ciudadanos troten delante, en medio o detrás de despavoridos toros, por supuesto ibéricos y bravos, hasta el llamado encierro: antecámara del escenario donde, a las cinco no en punto de la tarde, los hermosos animales serán bárbaramente torturados y rematados para diversión de un público que se lo pasa bomba viendo el cruel espectáculo. Al terminar los festejos, la bella ciudad de Pamplona -en euskera, Iruñea; en municipal, Iruña- queda apestosa de detritus, destrozos y basuras, meadas y vomitonas, conjunción de la patronal juerga de borracheras, sangre y dinero, bullanga y bebercio. Fiesta repetida año tras año con el patrocinio de autoridades del Estado constitucional, presuntamente aconfesional o laico -qué más da- y la complicidad de los que llamándose progresistas ignoran la ‘Declaración Universal de los Derechos del Animal’, aprobada por ONU y UNESCO en 1978. Para ellos, animales y gentes, no está de más recordar algunos de esos vulnerados derechos: «Todo animal tiene derecho al respeto…No será sometido a malos tratos ni actos de crueldad…Debe ser nutrido, instalado y transportado sin que resulte para él motivo de ansiedad o dolor…Todo espectáculo para esparcimiento del humano que implique muerte del animal es biocidio, un crimen contra la vida…Un animal muerto debe ser tratado con respeto…Las escenas de violencia en las que los animales son víctimas deben ser prohibidas…Los derechos del animal deben estar protegidos y defendidos por la Ley, como lo son los ‘Derechos del Hombre’». Por esto hay que seguir hablando de los 2.000 espectáculos en las fiestas de España, cuando miles de animales que sienten y sufren son maltratados y sacrificados al son de campantes pasodobles como pompa fúnebre: infame negocio que mueve más de 1.500 millones de euros cada año.
Decía, ahora no recuerdo quién, que si a Pamplona le quitas los encierros, los toros y el alcohol nada queda de su fiesta. Entonces, qué pinta ese brutal festejo en la culta Navarra de los Fueros; del Teatro Gayarre; del Palacio y Auditorio de congresos, exposiciones y ferias; del Festival de Cine Documental; del Certamen promocional de jóvenes artistas navarros; de tres grandes universidades; de la gran banda de música pamplonesa; de la Orquesta Sinfónica de Navarra; los Conservatorios Profesionales y Superiores Pablo Sarasate…
Digo lo dicho, una vez más, porque uno hasta teme que esta alegre y confiada ciudad de Ponferrada cualquier día acepte aquel ofrecimiento de una plaza de torturar toros y encierro subsiguiente por las calles antiguas: viril complemento al espectáculo de templarios -más circense y carnavalesco que histórico- en busca del Santo Grial y de la perdida Arca de la Alianza, ¿de civilizaciones?

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