Sunday, July 01, 2007

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS

El Mundo/La Crónica de León/22-06-2007
José Luis García Herrero
Amaos los unos a los otros

Según dicen los muy enterados, y sabía Goya que además lo pintaba, este es un país secularmente cainita donde te comen vivo cuando aún no estás muerto, aunque bien hagas lo que sea de razón y provecho; donde te ponen por las nubes celestiales en cuanto cascas definitivamente, por escasa y oscura que sea tu contribución a la cosa estética, ética, política, cívica, científica o lúdica. Ejemplos a barullo en calles rotuladas, en estatuas de pájaros que no saben de respetos, en la intrahistoria colectiva y mediática disfrazada. Un país donde lo más sensato y conveniente para la salud de cada quisque es ser un poco ‘tonto, muerto, bastardo e invisible’ (J.J. Millás), para que otros hablen lo menos mal posible de uno, porque lo peor y hasta normativo es que se acuerden de la madre o del padre del vivo. Después, ay después, cuando se pasa del ser transitorio al estar intrascendente, o sea, inexistente, muerto del todo, ellos o no llegan o se pasan unas siete y media de veces, a lo menos. Pero si acaso existen y persisten influencias y alter egos colaterales, el laudatorio, ditirámbico y apologético epicedio atribuirá al inquilino del más allá cualidades excelsas, tan profundas, esotéricas, cósmicas y singulares que son de muy difícil superación para el común de los mortales, aún transeúntes. Quizá por esto, lo mejor y más discreto sería, como cantan los del Río -sí, los de Macarena-: «Un pañuelo de silencio a la hora de partir, porque hay palabras que hieren y no se deben decir».
Sin embargo, adónde va a parar la apoteosis a título póstumo de elogiar, alabar, enaltecer, encomiar, loar, exaltar, glorificar, deificar, incluso adular al prójimo que ya no está y no puede defenderse, comparada con el panegírico a modo y manera de laudatio y hosana al personaje político. Verbigracia, la misma santa organización que sanciona a los padres de la ‘Teología de la Liberación’: los teólogos Jon Sobrino, Juan Luis Segundo, Pere Casaldáliga, Hans Küng, Leonardo Boff, etc.; la que llama a rebato de desobediencia civil contra la asignatura ‘Educación para la Ciudadanía’; la que anuncia masiva beatificación de unos 500 curas: víctimas y mártires de los llamados rojos en la Guerra Civil; la que condena, ‘vade retro’, a Amnistía Internacional. La misma, ahí está el ‘quid pro quo’, que manda por delegación berciana la bendición apostólica y condecora de un tacazo al reelegido alcalde de Ponferrada, López Riesco, y al perdedor ex presidente del Consejo Comarcal, González Saavedra, hijos predilectos de Benedicto XVI por su apoyo a Cofradías.
Ya sólo falta que hablen bien de los vivos y muertos, además del Papa de Roma, la Conferencia Episcopal, el Opus Dei, Losantos, Acebes y el mismo Sursum Corda: que no sé quién diablos es, nunca mejor dicho. En fin, bendecidos estáis, hermanos: amaos los unos a los otros, al menos hasta las Generales de marzo.
José Luis García Herrero
Amaos los unos a los otros
Según dicen los muy enterados, y sabía Goya que además lo pintaba, este es un país secularmente cainita donde te comen vivo cuando aún no estás muerto, aunque bien hagas lo que sea de razón y provecho; donde te ponen por las nubes celestiales en cuanto cascas definitivamente, por escasa y oscura que sea tu contribución a la cosa estética, ética, política, cívica, científica o lúdica. Ejemplos a barullo en calles rotuladas, en estatuas de pájaros que no saben de respetos, en la intrahistoria colectiva y mediática disfrazada. Un país donde lo más sensato y conveniente para la salud de cada quisque es ser un poco ‘tonto, muerto, bastardo e invisible’ (J.J. Millás), para que otros hablen lo menos mal posible de uno, porque lo peor y hasta normativo es que se acuerden de la madre o del padre del vivo. Después, ay después, cuando se pasa del ser transitorio al estar intrascendente, o sea, inexistente, muerto del todo, ellos o no llegan o se pasan unas siete y media de veces, a lo menos. Pero si acaso existen y persisten influencias y alter egos colaterales, el laudatorio, ditirámbico y apologético epicedio atribuirá al inquilino del más allá cualidades excelsas, tan profundas, esotéricas, cósmicas y singulares que son de muy difícil superación para el común de los mortales, aún transeúntes. Quizá por esto, lo mejor y más discreto sería, como cantan los del Río -sí, los de Macarena-: «Un pañuelo de silencio a la hora de partir, porque hay palabras que hieren y no se deben decir».
Sin embargo, adónde va a parar la apoteosis a título póstumo de elogiar, alabar, enaltecer, encomiar, loar, exaltar, glorificar, deificar, incluso adular al prójimo que ya no está y no puede defenderse, comparada con el panegírico a modo y manera de laudatio y hosana al personaje político. Verbigracia, la misma santa organización que sanciona a los padres de la ‘Teología de la Liberación’: los teólogos Jon Sobrino, Juan Luis Segundo, Pere Casaldáliga, Hans Küng, Leonardo Boff, etc.; la que llama a rebato de desobediencia civil contra la asignatura ‘Educación para la Ciudadanía’; la que anuncia masiva beatificación de unos 500 curas: víctimas y mártires de los llamados rojos en la Guerra Civil; la que condena, ‘vade retro’, a Amnistía Internacional. La misma, ahí está el ‘quid pro quo’, que manda por delegación berciana la bendición apostólica y condecora de un tacazo al reelegido alcalde de Ponferrada, López Riesco, y al perdedor ex presidente del Consejo Comarcal, González Saavedra, hijos predilectos de Benedicto XVI por su apoyo a Cofradías.
Ya sólo falta que hablen bien de los vivos y muertos, además del Papa de Roma, la Conferencia Episcopal, el Opus Dei, Losantos, Acebes y el mismo Sursum Corda: que no sé quién diablos es, nunca mejor dicho. En fin, bendecidos estáis, hermanos: amaos los unos a los otros, al menos hasta las Generales de marzo.

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