Saturday, June 25, 2011

Antropología sociopolítica de los «Eres»



La Crónica de León/22-06-2011




José Luis García Herrero


Hace tiempo, cuando no había televisión, los aristotélicos, escolásticos y tomistas entretenían sus horas preguntándose si el ser era esencia, existencia o qué. Pero en esto llega Carlos Marx, y quiso zanjar la disputa: somos lo que somos según la forma de producción, pues la conciencia de los seres humanos la determina la superestructura económica. Algo más tarde aparece Ortega y matiza diciendo: Yo soy yo y mi circunstancia. Otros maestros del ser o no ser, precisan: Somos lo que comemos, pues en función de la cantidad y calidad ingerida, basta un espejo para decir: Ese soy yo, y ya está; quedando encantados de conocerse. Pirandello, que era italiano, escritor y Nobel, explica en una de sus obras que somos, ni más ni menos: uno, ninguno y cien mil. Lo cual, según como se mire, puede ser mucho, poco o nada; de ahí, el Ser y la Nada de Sartre. Viendo que hasta Gabriel Celaya protesta en sus versos porque no nos dejan decir que somos quien somos, buscando otros decires, da uno con las máximas 592 y 599 de Camino, el libro del Opus Dei; y atónitos leemos que somos, vaya por Dios: polvo sucio y caído, depósito de basura, cacharro de los desperdicios. Para recuperarse del susto fundamentalista, este raro uno que aspira a ser algo, busca fuentes menos abruptas, y encuentra una. Se trata de la cantante Marta Sánchez, que en eso de identidad personal ha descubierto que ella no tiene circunstancia que le fastidie, se basta a sí misma. Lo dice, y canta en un trabajo musical: Soy yo. Mira por donde cómo la bella Marta ha despejado la permanente equis del yo sin más. Con este pensamiento reposaba cuando la voz metálica de la Once anuncia proféticamente: Vas a ser tú. Cómo, yo voy a ser yo, exclama exaltado el alienado ente que quiere ser cualquier cosa mejor que esa o aquella. Tú vas a ser tú, precisa la voz, cuando seas millonario en euros. Porque entonces podrás decir con fundamento: yo soy yo y mi circunstancia.
Ahora esta claro. Siendo circunstancia igual a dinero; y yo igual a yo sin circunstancia, la metafísica ecuación queda explicada: alguien, en algún lugar de la superestructura, ya es él... si los «Eres» patronales lo deciden. Vale y ya está.

Tuesday, June 07, 2011

Chinda chinda tachinda chinda tata chinda chin

La Crónica de León/ 8-06-2011
José Luis García Herrero

Por si todavía queda alguien que lo ha olvidado, recuerdo que desde nuestra Carta Magna del 78, la Administración General del Estado quedó definida en tres niveles territoriales: Comunidad Autónoma, Provincia y Municipio. Que pueden ser más por la potestad autonómica de proponer y crear agrupaciones diferentes. Todo ello para que los españolitos del mundo te guarde Dios en lugar de súbditos puedan ser ciudadanos participantes de la acción política ya que la descentralización, además del derecho a gestionar los propios asuntos, pretende, -se dice- resolver problemas de la Administración. Pero una vez descubierta la singularidad y hecho diferencial, cada comunidad se puso a la cola o cabeza, depende, buscando más competencias, más transferencias y, por pedir no quede, hasta autodeterminación graciosamente libre y asociada.
Así, por estos pagos, para no ser menos, tenemos un bercianismo que quiere separarse de la Provincia de León; un leonesismo que reclama comunidad propia, y allá Castilla con la suya; un galleguismo que pinta y fala ceibe, algo así como ni Castilla ni León sino todo lo contrario, o sea cuarta provincia galaica; un psoe entre federalista histórico y centralista práctico que se inclina por las comarcas -caso singular la del Bierzo- con su consejo y presidente, consejeros y presupuesto para gastos corrientes; el resto, si algo queda, para inversiones. Ahora mismo, y ya puestos a revertebrar territorios, tal vez algunas ínsulas baratarias, también muy suyas y diferentes, quieran formar parte de la numerosa lista de enclaves españoles. En fin, que la carencia de un modelo homogéneo para los niveles de planificación y estructura territorial hace evidente el exceso de improvisación, clientelismo y electoralismo. Algo que no reduce escalones burocráticos, ni acerca la insaciable administración al ciudadano, ni democratiza la vida publica. Sin olvidar el intríngulis post-electoral de Ponferrada, enredado entre desafectos y adhesiones inquebrantables, jugando a tres bandas a ver a quién le toca ser “o noso señor o alcalde”, dice el muy simpático e irónico Catecismo do labrego, de celebrada memoria. Valen quinielas y porras al uso.