Monday, June 28, 2010

EL GATOPARDISMO

La Crónica de León/22-06-2010
José Luis García Herrero
Los que ya andamos entrados en años, aunque estos sean bisiestos, no recordamos personalmente las catastróficas vicisitudes de la Segunda República Española, pero sí recordamos la larga noche del fascismo español, las libertades amordazadas durante 40 años, los crímenes impunes, el silencio cómplices de sotana bajo palio, la trampa de la llamada impropiamente Transición. Y, ¡cómo no! el triunfo electoral de la remodelada izquierda pesoista, con el prometido cambio, pero con permiso de cada 23-F, por si acaso. Así, más o menos, siguieron las cosas, con las libertades bajo tutela de un gatopardismo lampedusiano y la memoria histórica sepultada entre olvidos y oraciones. O sea, para, recordando a Giuseppe Tomasi di Lampedusa, si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie y después todo será igual, pese a que todo habrá cambiado.
Y así fue cómo se perdió o se ganó, -depende de cada punto de vista- otra de esas batallas políticas que habitualmente se continúan librando para que todo siga como estaba. Lo cual nos lleva a los actuales y complicados momentos de este 2010, donde vemos, una vez más, cómo para resolver la crisis financiera y volver todos a ser ricos y felices, se empieza a cortar por lo sano allí donde más duele, sobre todo al que le toca, que es siempre ¡Qué casualidad! una estructura laboral, ya de por sí débil, complicada y aleatoria, de tal forma que reduciendo parte de los derechos y dando pellizcos muchas veces a escuálidos salarios, se salven los bancos del terremoto financiero y paguen las consecuencias los mismos que las sufren.
Esto me ha hecho recordar, aunque sea por los pelos, a nuestro gran poeta León Felipe y su doliente poema: “Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas/ y siempre se repitieran los mismos pueblos, las mismas ventas/ los mismos rebaños, las mismas recuas/ ¡Qué pena si esta vida tuviera -esta vida nuestra- mil años de existencia! ¿Quién la haría hasta el fin llevadera?/ ¿Quién la soportaría toda sin protesta?/ ¿Quién lee diez siglos en la historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas/ los mismos farsantes, las mismas sectas./ ¡y los mismos, los mismos poetas! ¡Qué pena que sea así siempre, siempre de la misma manera!”

GUERRA Y PAZ

La Crónica de León/8-06-2010
José Luis García Herrero

Por su indudable interés, recojo del último número 109 de la publicación “Papeles” el siguiente párrafo: “Cualquier persona que aspire a la paz tiene sobrados motivos para sentirse preocupada al abrir cada mañana un diario. Vivimos en un mundo que no es precisamente amable; aunque para una parte muy significativa de la humanidad la probabilidad de morir de hambre, una enfermedad evitable o por agresiones sexistas es considerablemente mayor que la de morir a causa de la delincuencia o de un conflicto armado, ambas formas de violencia se refuerzan mutuamente. Las estructuras económicas y culturales generan una violencia que encuentra su correspondencia en las instituciones políticas y sociales que organiza la sociedad”.
Esta singular cita me ha hecho recordar que allá por 1958 un hombre llamado Angelo G. Roncalli, de nacionalidad italiana, hijo de los modestos labradores Juan Battista y Marianna Mazzola, antaño cabo y sargento del ejercito militar obligatorio, después cardenal y patriarca de Venecia, fue elegido por el Espíritu Santo (o algo así) Papa de Roma con el nombre de Juan XXIII. Era un señor más bien grueso con aspecto amable y bonachón que enseguida se propuso modificar las estructuras de la Iglesia, (por cierto bastante desengrasadas por siglos de inmovilismo, oxidación y corrosión) mediante el polémico y avanzado Concilio Vaticano II, de 1962, que dio lugar entre otras, a la Encíclica Mater et Magistra de 1961 y Pacem In Terris, (a la cual se le concede el premio Internacional de la Paz) de la que conservo una primera edición de 1963, presentada por el eminente profesor Joaquín Ruiz-Giménez, donde se manifiesta que “Toda persona tiene derecho a la libertad pacífica y a la libertad de asociación, comprendiendo el derecho de fundar sindicatos para la defensa de sus derechos” (en plena dictadura nacional–católica). Todo ello basada en respeto y tolerancia en el “aggiornamento”, es decir una puesta al día de la Iglesia Católica, la cual, como dijo el gran poeta Curros Enríquez: “ Non terá perdón divino, senón cando a Cristo torne, d´os brazos de Constantino”. Seguramente más conocido por ser el primer emperador romano que permitió el libre culto a los cristianos, aunque este gran emperador sólo fue bautizado y convertido al cristianismo después de ganar la batalla de Puente Milvio con la inscripción en la cruz de “In hoc signo vinces” (con este signo vencerás).