Sunday, March 09, 2008

DE BULAS Y BULOS

El Mundo/La Crónica de León/ viernes, 7-03-08
José Luis García Herrero
De bulas y bulos

Luego de abandonar la corbata en el selecto corbatero, el estirado candidato conservador prepara su espectáculo: se desabrocha la camisa, se planta el disfraz de pana o dril, ensaya frente al espejo postura y voz apropiada al tablado mitinero que le espera. Ahí es nada: presentarse ante la lupa turbia de la turba prometiendo muchas más cosas que el enemigo, adversario o como se llame el mensajero, mensaje y medio en la metamórfica amalgama electoral: por ventura pasajera. A veces dicen cosas como estas: «He venido a darlo todo por Rajoy»: afirma el señor Pizarro. «El programa electoral del Psoe soy yo, modesto hombre de provincias, masacrado inmisericordemente»: lagrimea el señor Rajoy. «Pretendo ser el concejal de todos los ayuntamientos del Bierzo»: promete exultante el señor Riesco. «Ver al suegro de Agag da risa»: sentencia el señor Gala en su inteligente columna.
Como es viernes y mañana día de reflexión, hoy toca hablar de electores y candidatos; de democracia parlamentaria y constitucionalismo a la medida; de fueros y bulas con franquicia ‘Albertos’; para preguntarse, todavía sin respuesta, qué impulso irrefrenable moviliza a tanta gente, aparte del instinto personal. ¿Por qué quieren ser diputados, senadores, padres de las patrias, nominarse señorías? ¿Por qué tanto afán de servicio a ese ‘Fuco Pérez’ del que habló Celso Emilio? Por eso, en medio de tanta barahúnda huera, recurre uno sintéticamente y a vuela pluma (ustedes perdonen) a grandes figuras del conocimiento. De Platón, a Descartes y Spinoza: ¡Cuánta historia por medio! Del ‘Ensayo’ de Locke, a Kant y Hobbes; de Montesquieu, a Rousseu y Marx: ¡Qué gran salto! Desde estos históricos pensadores, estáticos o dinámicos, hasta Hans Kelsen, fundador de la ‘Escuela del Derecho político puro’: ¡Qué puesta a punto! Quien analiza las raíces de la forma del Estado, del parlamentarismo, de la democracia formal y social; que se pronuncia contra la discutible inmunidad e inviolabilidad de Diputados y Senadores; manifestando que es preciso suprimir la irresponsabilidad de unos y otros frente a sus electores, muy especialmente ante el orden judicial. Como bien dice Kelsen: «EL anacrónico privilegio de la inmunidad es un abuso»; ya que carece de sentido el derecho de proteger al Parlamento frente a su propio Gobierno.
Por tanto, piensa uno quizá sin acertar, si el vocacional e imperativo deseo de ser Señoría, en lugar de vulgar contribuyente de IRPF, tendrá algo qué ver -con más frecuencia de lo que parece- con el maquiavélico don de la inviolabilidad e inmunidad jurídica: tal cual expresa el Artículo 71 de nuestra tan traída y llevada Constitución. Recordando que esta aboga por la dedicación -lo más plena posible- por parte de Diputados y Senadores a las tareas parlamentarias. ¿Les suena? La solución, pasado mañana; o quien sabe cuándo.

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