Tuesday, January 02, 2007

A BOMBO Y PLATILLO

El Mundo/ La Crónica de León / Viernes 22-122006

José Luis Garcia Herrero

A bombo y platillo

Aún no repuestos del viaducto de la Inmaculada Constitución (Labarga dixit) en un Estado al parecer no confesional, un spot televisivo clama desaforado: ¡ya están aquí!, y un grupo de gentes se parapetan para hacer frente a lo que se les viene encima: camellos, ovejas, belenes, arbolitos, lucecitas, turrones, felicitaciones pegajosas, la caraba. Porque son las fiestas de la Navidad, de Fin de Año, de Año Nuevo, de los Reyes Magos: fiestas mitad confesionales, mitad ateas. Por si fuera poco tanta jarana, llega la ludomanía de la Lotería Nacional y las demás en fila. Es el azar, el juego, la esperanza de las gentes del pueblo, pues a los ricos siempre les tocan todas las loterías en el desigual reparto de las plusvalías: a veces negras como carbón de Reyes y de emesepé, negras como la piedra filosofal de los ‘poceros’.
¡Y uno, haciéndose el despistado mientras el espectáculo se acercaba, amenazador e inquietante! Porque hoy, precisamente hoy, cuando esto que escribo a vuela pluma se publique, ya están girando los bombos de la suerte, bailando las bolas de boj y toda la astuta parafernalia de liras, paraguas, tolva, trompeta, copa, tablas…que escenifican el milagro, el número mágico y astral, la combinación esotérica, el dinero: poderoso talismán del que hablara el Arcipreste de Hita, Quevedo, Goytisolo y tantos otros para ironizar de sus efectos. Otra vez hoy, día mágico de los números de oro, pocos serán los elegidos por la suerte y casi todos, cual los Didi y Gogo de Becquett, los que sigan esperando la llegada del Godot misterioso y ausente, quizá la de los Reyes, del Niño, de lo que sea. Porque de este tiempo de peces gordos que beben sin parar agua del río que nos lleva, sólo cabe esperar que la lotería libere de la trama de hipotecas vitalicias, de ese inmenso enredo de habitar casa debida, casa enajenada hasta la jubilación: si llega.
Así se va cayendo como incautos en este tipo de impuestos indirectos que son las loterías todas: la de Navidad, del Niño, la Primitiva, el Bonoloto, la Quiniela, el Cupón de la Once, el Cuponazo, la Cruz Roja…además de los casinos, tragaperras y otras trampas históricas. Y aunque la expresión lúdica del juego ha sido desde antiguo motivo de estudio filosófico, antropológico y religioso, como objeto de recaudación por el Estado es muy reciente. Quién se lo iba a decir a Carlos III cuando importó la lotería de Nápoles en 1763, semejante a la actual Primitiva, modificada en Cádiz en 1812 -¡Viva la Pepa!- para “aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes”. Tan es así, que la esperanza de ser afortunado enmascara el quebranto, y la cosa se extiende por todo el territorio con el nombre de Lotería Nacional: desde 1892 con Sorteo de Navidad. En fin, salud, dinero y amor: decía una canción. Es preciso advertir que el orden de los factores sí altera el producto.

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