Sunday, January 07, 2007

ASESINATO SELECTIVO

El Mundo/ La Crónica de León/ 5-01-2006

José Luis García Herrero

El asesinato selectivo


Casi todo lo que nos rodea es un enorme entramado de mentiras, ya que la mayor parte de los políticos no están interesados en la verdad, sino en conservar el poder. Por ejemplo, estando perfectamente conocida la persecución de las ideas en la URSS y en toda Europa del Este, los actos criminales de los EEUU han sido registrados de forma superficial, a pesar de que apoyaron, en muchos casos crearon tras la Segunda Guerra Mundial, todas las dictaduras militares de derechas: Indonesia, Grecia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Turquía, Filipinas, Guatemala, El Salvador, Chile…Millares de muertes tuvieron lugar en esos países atribuibles a la política exterior estadounidense. Pero a EEUU le importan un bledo las Naciones Unidas y la legalidad internacional, tienen su propio perrito faldero detrás de ellos: la patética y supina Gran Bretaña. Justificaron la invasión de Irak diciendo que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva, mantenía relación con Al-Qaeda y con el atentado del 11-S: no era cierto. La invasión de Irak fue un evidente acto de terrorismo de estado, acción militar basada en una sarta de mentiras responsable de la muerte y mutilación de miles de personas inocentes. ¿Cuánta gente hay que matar para ser considerado criminal de guerra, para que Bush, Blair y otros sean procesados por un Tribunal Penal Internacional?
Con motivo del fantasmal juicio y linchamiento de Sadam Hussein he realizado esa sucinta transcripción del extenso discurso pronunciado por el dramaturgo británico Harold Pinter al recibir el Premio Nobel de Literatura 2005. Porque las avanzadas corrientes criminológicas se orientan desde hace unos cien años a que la pena impuesta al delincuente no suponga en ningún caso la pena de muerte. Su irrevocabilidad, además de impedir toda posibilidad de rectificación de frecuentes errores judiciales, bloquea la aplicación de otras sanciones. El Estado, con su exclusivo uso de legítima defensa de la sociedad, tiene la ineludible obligación de proteger la vida y los derechos humanos, pero con esa Ley del Talión entra en absoluta contradicción, igualándose con los delincuentes que vulneran la vida. Por eso la pena de muerte es siempre estúpida e injusta, ya que pretendiendo reparar algo tan bestial como es la destrucción de vidas humanas, responde con un hecho semejante revestido de apariencia legal. Un concepto bárbaro de la justicia que en lugar de resolver el problema de la violencia lo potencia, pues el sentimiento que suscita el despiadado acto suele producir impulsos de martirologio, ‘vendetta’ y más violencia.
Como bien explicó Harold Pinter, pese a las grandes dificultades que existen es necesario denunciar la mentira mil veces repetida. Si esto no forma parte de nuestra ética vital y política, no habrá esperanza alguna de restituir la dignidad como personas.

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