José Luis García Herrero
No sé yo, pero con el rescate a los bancos y la sospechosa insistencia
del PP en que sólo se trata de “un crédito que va ha pagar la banca”, tengo la intuición de que nos están contado un cuento para
meternos en un hoyo y forzarnos a cavar más hondo, una vez estemos
dentro del agujero sin fondo. Cada vez estoy más convencido que el bien común, la vida y
la penuria de los trabajadores sumidos en la más sangrante precariedad laboral,
y las más de 166.000 familias que han sido desahuciadas por impago del alquiler
o por no poder afrontar el importe de la hipoteca, importan muy poco a los dueños del dinero que manipulan la crisis con el
objetivo de concentrar el poder y el capital en menos manos. La
desolación que provoca esta situación es parecida al estupor que genera la
ausencia de alternativas políticas.
Mientras pienso
que sobra retórica y faltan alternativas reales, recibo un e-mail con sugerencias: “No a la duplicidad
de Administraciones Públicas. Suprimir organismos innecesarios, reasignando a
los funcionarios de carrera y acabando con los cargos de confianza que, pese a
ser innecesarios en su mayor parte, son los que cobran los sueldazos y su
función puede ser desempeñada de forma cualificada por funcionarios públicos.
Que la Banca depredadora devuelva los miles de millones de euros que les hemos regalado
para aumentar los beneficios de sus accionistas y directivos. Facilitar el
crédito a las familias y a las pequeñas empresas. Suprimir las comisiones por
los servicios bancarios y que dejen de cobrarnos cada vez que la menguada
cuenta se queda sin saldo... Es indecente que un ciudadano tenga que cotizar 37
años para percibir la jubilación, y a los diputados les baste sólo con 7. Es
escandaloso el hecho de que el 20% del salario de los políticos no tribute
IRPF. Es ofensivo que a un político no se le exija superar una prueba de
capacidad para ejercer su cargo (ni cultural ni intelectual). Es insultante que
altos cargos de la política, cuando cesan, puedan legalmente percibir dos
salarios del erario público...”
Por todo esto y mucho más que aquí no
cabe, hay que reaccionar y decir como Bernard Shw: “Ves cosas y dices, ¿por
qué? Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, ¿por qué no?”.
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