Sunday, March 06, 2011

La poesía leonesa en el año 2010

La poesía leonesa en el año 2010/ Diario de León/Filandón
A estas alturas, cuando año tras año venimos haciendo balance del que acaba de pasar, tenemos la posibilidad de valorar y contrastar por comparación con los anteriores e, inevitablemente, con la poesía del resto de la Península y aún de la publicada en español en otros continentes. Porque ese es el horizonte o el mapa en el que hay que situarnos, por más que la cercanía nos lleve a restringir el ángulo de visión. Por comparación y contraste, pues, no parece que el 2010 poético-leonés vaya a figurar como un hito recordado en el futuro, ni por la cantidad ni por la calidad, por más que haya publicaciones dignas de consideración, como se podrá observar en lo que sigue.
06/03/2011 JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ


Bernardo García Pintado representa la tradición lírica religiosa. José Manuel Gutiérrez reapareció cARCHIVO/ACACIO
Como en años anteriores, el 2010 distribuyó premios y celebró los correspondientes festivales. Gozan de tradición y renombre nacional e internacional tanto la Bienal de Poesía «Provincia de León» que concede el Instituto Leonés de Cultura (Diputación) como el «González de Lama» que otorga el Ayuntamiento. Los dos se han ido a otras latitudes de la geografía española. Otros premios, de fuera, han recaído sobre poetas leoneses. Así ha ocurrido con el «Fray Luis de León», concedido a La noche del eclipse tú , publicado dentro del mismo año por Visor. No han sido publicados aún otros poemarios, como Muñecas recortables , de Julia Conejo Alonso, galardonado con el premio «Joaquín Benito de Lucas», de Talavera de la Reina; o como el título premiado con el «José Hierro», Y vuelves una y otra vez a detenerte , de Andrés Mencía, poeta del que nada conocíamos hasta ahora. En el campo de los reconocimientos hay que anotar también el nombramiento de Hijo Predilecto del Bierzo dado por el Consejo Comarcal a Juan Carlos Mestre. En cuanto a recitales, fiestas y festivales, cada verano pueden oírse las voces de distintos poetas en el Claustro catedralicio, en el castillo de Palacios de la Valduerna (Poesía para vencejos), en el hayedo de Busmayor y en las riberas del Órbigo en Veguellina; además, dada la celebración del 1100 aniversario del Reino de León, se celebró en la capital (Instituto Leonés de Cultura) y en otros lugares de la provincia (Astorga y Villafranca), un magno «Encuentro de poetas» en el que participaron autores leoneses, salmantinos y zamoranos. Se constata una vez más que la poesía, aunque minoritaria, se mueve y, a lo que parece, se seguirá moviendo. Y hasta se pierde, pues todos recordamos el lamento de Gamoneda por el extravío de sus últimos poemas en uno de sus azacaneados viajes.
Desde mi punto de vista, el acontecimiento poético de mayor relieve es la publicación de las poesías completas de Agustín Delgado en un hermoso tomo de más de quinientas páginas titulado Espíritu áspero. Poesía reunida (1965-2007) . Tal vez sirva para que Delgado deje de ocupar en el panorama de la poesía actual un lugar marginal o periférico, a lo que contribuirá, sin duda, el estudio crítico de Juan José Lanz que precede al volumen y que define la poesía de Delgado como un «proceso de constante indagación lingüística, de constante cuestionamiento de los modelos en que el poder se muestra y oculta a través de estructuras lingüísticas consolidadas, a través de los moldes poéticos establecidos», en un avance desde el «espíritu áspero» y el «discanto» al «sansirolés», género lírico instituido por Delgado, breve frente al retoricismo del poder, investigador frente al discurso consabido, complejo frente a la simpleza asumida, siempre en el límite entre el decir y el silencio, entre el espíritu áspero y el espíritu lúdico y mofador; siempre a la contra, su poesía disiente de los discursos de cada momento para instaurar otro que refuta aquellos o los niega, los disuelve, los anula o los silencia.
Poesía en el tiempo
Coetáneos de Delgado son José Luis García Herrero y Francisco Álvarez Velasco, y algo mayores, Isidoro Álvarez Sacristán y Bernardo García Pintado. Del primero de ellos, García Herrero, es Agenda de los signos, en el que la preocupación temporal que impulsaba sus poemarios anteriores reaparece, y con ella, los temas de la vejez, la muerte y la memoria individual y civil. Entre sus características: brevedad, densidad de pensamiento, sentir profundo, tono de amargo desengaño y un sentimiento de desvalimiento. De Francisco Álvarez Velasco es Memoria de la sombra , libro preñado en su totalidad por el vector temporal. Muchos de los poemas se organizan contrastando el ayer y el hoy: un ayer que se remonta a la infancia rural y un presente de recuerdos y sombras. Una serie de símbolos caracterizan uno y otro momento: la luz, el alba, el fuego son el ayer; la sombra, el silencio y la ceniza caracterizan el presente. El modo literario es la insinuación: de ahí la impresión de levedad y vuelo que nos da esta poesía de formas breves y conmovidas. Bernardo García Pintado, monje benedictino en Silos, representa la tradición lírica religiosa, en esta ocasión con El río del misterio , poemario sostenido por dos alas en vuelo salvador, la fe y el amor. Esta poesía-plegaria confirma una vida entregada a la oración, a la vez que atrapa los símbolos de la tradición religiosa y mística, como el río, la fuente sin principio, el fuego y la luz. La forma que adopta es la del soliloquio, que halla sentido en la creencia en una «presencia latente» a la que el poeta dirige su súplica, un Dios reflejado en el alma del poeta. De ahí la necesidad de cerrar los ojos a lo de fuera, a lo que distrae, para retirarse hacia el interior del alma donde Dios mora. En ese centro interior se fragua la fe, el amor, la entrega, la palabra-plegaria-poesía. Isidoro Álvarez ancla su nuevo texto, Tercera instancia , en el mundo del derecho y la justicia, que fue el suyo propio; la poesía, sobria, contundente y sin lirismos, le permite ejercer una conciencia crítica que, sin embargo, es también símbolo del recorrido vital, de la primera a la tercera instancia, vista como «preludio lento y cansino de la cuarta dimensión», del más allá.
De una misma promoción cronológica puede considerarse a poetas como José Luis Puerto, Luis Miguel Rabanal, Mari Fe Santiago Bolaños, José Manuel Gutiérrez, Rafael Álvarez Nogal, cuyos Principios activos no he podido leer, y Ester Folgueral, cuyo libro Lo indestructible lleva fecha de 2009, aunque no se pusiera a la venta hasta principios del siguiente año; en él caben las interrogaciones y alguna, pocas, respuestas; en él habita la inquietud y la búsqueda, y el fraseo tiende a la frase sustantiva que evita cualquier referencia anecdótica o la contaminación por lo narrativo. La de José Luis Puerto es una poesía meditativa, contemplativa, unión del amar y el conocer como síntesis de una «razón amorosa», escritura que exige desposesión, retiro y soledad y a la que se le asigna la alta misión de desvelar y revelar; revelar lo sagrado, lo cual implica un algo misterioso que no es posible descubrir sino a través de la palabra poética que trasciende lo material y anecdótico. De ahí que la poesía, en el sentir de Puerto, requiera un espacio no común, «otro estar», más allá de conveniencias y de lo ya transitado, como podemos intuir acercándonos a la antología bilingüe, portugués y castellano, Proteç£o das Sílabas , con poemas de todos sus libros. Rabanal había publicado en 2009 el poemario Mortajas , y pocos meses después, ya en 2010, apareció Fantasía del cuerpo postrado , un primor artesano de Fernández Castañón, en el que la sobriedad de la palabra del poeta contrasta con los dibujos llenos de color, luz y fantasía de Juan Carlos Mestre, que va perfilando rostros y signos acordes con la gravedad temática de los poemas, que, como en Mortajas , hablan del dolor, la soledad, la tristeza y la muerte, y como allí, con una presencia leve, «ella», que se desliza en silencio, que cuida con amor. Reaparece también Olleir, mito de la infancia, y aunque el recuerdo es más lenitivo que en Mortajas , tampoco es un calmante. En cualquier caso, pues todos somos y podemos ser sujetos de dolor, la palabra de Rabanal no nos es indiferente. La orilla de las mujeres fértiles es el nuevo libro de Marifé Santiago Bolaños, que llegó acompañado de un CD con lectura-recitación de la poeta y música y canto de María José Cordero; dispone en verso, en versículos o en prosa, que de todo hay, dos partes relacionadas: la primera canta y cuenta; la segunda canta y piensa, por así decir. El tema es el mismo: la mujer africana, fértil y pobre, la mujer-dolor, la mujer-niña pegada a la tierra del desierto, lugar donde la historia se detuvo, donde una mujer-niña puede ser esposa a los ocho años y viuda a los nueve. José Manuel Gutiérrez reapareció con Libro de los asombros : asombro de la mirada y de la imaginación. Luz es palabra clave, alusiva a la luz real, pero también a la simbólica. Luz y amor forman unidad. Y este es un libro de amor y, por ello, de agradecimiento en su dedicatoria, en su colofón, en la disposición del poeta ante la vida y ante una presencia que acompaña y suscita amor y alegría. Soñar, compartir asombro y alegría: tal es el asunto del canto.
Una juventud madura
La juventud va madurando en poetas como Daniel Verbis, artista plástico que ha entrado en la poesía con Geografía para ciegos , poemario que desconozco, Víctor M. Díez y Luis Artigue. Víctor M. Díez selecciona sus poemas en la antología Todo espera un fuego (Antología 1989-2008) . Su poética se aviene mal con lo acomodado y con los modos habituales de escritura, trátese del ritmo o de la expresión. La contracubierta, escrita por el propio poeta, alude a la «densidad de su característico pulso fragmentario». La densidad es ajena a cualquier flojera; lo fragmentario da cuenta de un mundo que no se concibe como perfecto, acabado o completo, de «los restos del naufragio», vital y poético. Yuxtaposición y elipsis son formas retóricas de lo fragmentario, fruto de rupturas, costuras, fisuras, hendiduras: ese es el lugar de la poesía de Díez, alejada «de las estéticas blandas, acomodaticias, ornamentales». Todo ello no impide que el poeta entienda que su discurso «no regatea el compromiso ético con su difuso tiempo», algo palpable en la parte que cierra la antología, «Autarquía», en la que sorprendemos lo que la vida actual tiene de artificiosa e igualitaria, de masificación y simulacro. La noche del eclipse tú , de Luis Artigue, es una formidable prolepsis: canta un anhelo, anticipa lo que vendrá, la semilla que germina en algún lugar lejano, y que es esperanza, emoción, fervor, vida vertida en una presencia delicada e invisible en la que se empeña un futuro compartido. Esta poesía es, por ello, visionaria en el mejor de los sentidos, pero no quimérica. Y además, lejos de posibles abstracciones, el poeta se deja mover por una emoción transitiva. Detrás de las palabras de La noche del eclipse tú hay, por otro lado, una reflexión sobre la poesía, proyección estético-verbal de las emociones de un sujeto que no obvia sus vivencias, sus anhelos ni sus lecturas, que difiere de la expresión común y que da pábulo a los sueños; la poesía enlaza con el misterio que nos supera porque supera la realidad; la poesía expresa lo que las palabras por sí solas no pueden expresar. Para visibilizar su mundo, el poeta ha optado esta vez por la prosa. Prosa poética, claro está, dentro de la cual Artigue ha desbrozado su propio camino personal y singular.
La escritura joven, prosa, verso e ilustraciones, ha encontrado en The Children-™s Book of American Birds , del inquieto Grupo Leteo, un modo original, garboso y osado de manifestarse. Va ya por el número 10. Pero el pasado año ha visto aparecer una voz nueva: pertenece a Pablo López Carballo, un poeta cacabelense, nacido en 1983, que fue Premio Letras Jóvenes de Castilla y León en 2008, año en que recibió también el premio de poesía joven «La Garúa», de Santa Coloma de Gramenet, por su primer libro propiamente dicho, Sobre unas ruinas encontradas , publicado en 2010: poesía conceptual, indagadora, creada desde la lucidez, desde la reflexividad del poema: metapoesía en parte es su materia; desnudez es otra palabra que le conviene: poesía troncal, sustantiva, de escasa adjetivación, por lo que las cosas se alzan a conceptos con facilidad. Poesía compleja y enigmática en el sentido de algo de significación oscura y difícil de penetrar. «Pretexto del ojo» es el título de la primera parte. Ojo del cuerpo; también ojo interior, ojo poético. Ojo que observa e impulsa por elevación: poemas o «pájaros sin ramas», sin agarradero, pues los símbolos son ruinas, el poeta, el poema, vive «pendido entre abismos». Y el abismo aboca el vacío. El pájaro es imagen que frecuenta el poeta: vuelo y enlace, signo (símbolo) del poema, posibilidad, pluralidad: «Diferente vuelo en cada huella». En la segunda parte el poeta habla de huecos, hendiduras, grietas: realidad fracturada; habitamos en la duda, en lo mudable, sin centro definible, «cualquier punto es el centro». Si todo fluye, todo muda, la labor de la poesía consiste en «configurar un mundo nuevo», reubicar las cosas, variar la perspectiva. Son intuiciones al compás de la lectura, tensa y concentrada, que exige esta poesía.
Más allá de la poesía
En 1991 publicó Antonio Colinas su primer Tratado de armonía , que acabaría convirtiéndose en el volumen inicial de una trilogía que acaba de aparecer con el título Tres tratados de armonía , que completa el Nuevo tratado de armonía , de 1999 y un Tercer tratado de armonía que no se había publicado exento. El conjunto nos da la visión más próxima al Colinas que piensa y siente y que lo hace desde la contemplación como actitud vital y poética. El texto nuevo es Tercer tratado de armonía . Antonio Colinas pasó veinte años en Ibiza. En 1998 volvió a la meseta. Pero la isla fue siempre un retorno, físico y mental. Isla y paisaje natal dan contenido a las dos primeras partes del Tratado , que termina con dos partes más: una «Sobre el respirar », como modo de posesionarse del mundo y devolvernos al mundo, como ritmo vital y símbolo de armonía. La parte última es «Geometrías del fuego»: un conjunto espléndido de poemas en prosa, compuestos en una especie de éxtasis de amor, de atracción por el cuerpo amado y su geometría (y geografía) de fuego. Las ideas extraídas del Tercer tratado darían para muchas páginas: el imán del misterio, el deseo de trascender lo anecdótico hacia la plenitud, la infinitud, la totalidad, el saber que brota del interior de uno mismo, etc., etc. Se armonizan en él ese afán permanente del poeta de unión del sentir y del pensar, de la reflexión y la poesía.

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