Monday, January 24, 2011

La torre de Babel


La Crónica de León, 18-01-2011
José Luis García Herrero

Pues yo -dijo la señora Sarah Palin, experta en fusilería, (poniendo cara de estar matando lobos a tiro limpio desde un helicóptero durante la pugna electoral entre el elefante y el burro que dio la victoria al segundo)-, cuando sea Presidenta de USA estoy dispuesta a declarar la guerra a la URSS, (quiero decir a Rusia), si acaso invade Georgia, incluso si no. Lo dijo firme, igual que cuando se opone a los gays, el aborto, la eutanasia y otros engendros contrarios a su creacionismo acientífico y fundamentalista.
Y McCain, (otro qué tal baila), ¿qué dijo McCain?: dijo que Barack Obama es un izquierdista radical y su victoria será la conversión de United States of America en un país comunista.
Dadas las 134 intervenciones militares USA desde 1890 a 2001, un belicismo ejercido sin límites éticos, morales ni sentimientos de culpabilidad, analizado paso a paso por Johan Galtung, sin olvidar además la guerra sucia o el terrorismo de estado. Lo cual, se mire como se mire, es cosa antigua, ya que como nos recuerda Alberto Manguel en su libro la “Ciudad de las palabras”: el capítulo 11 del Génesis, cuenta que después del Diluvio todas las gentes hablaban la misma lengua. Pero después de bajar las aguas, un descendiente de Noé impulsó la colosal tarea de invadir el Reino de Dios, construyendo una torre que llegaría hasta el cielo. Entonces Dios, con santa indignación opusdeista, envió a sus ángeles para que confundieran las lenguas. Y a partir de entonces ninguno sabía lo que el otro decía: uno pedía argamasa y otro le daba un ladrillo; así muchos perecieron, y otros muchos se dispersaron por la Tierra, olvidando lo que les había unido alguna vez. Aunque quizá aún sea posible que algún día podamos entender qué significa la palabra argamasa y lo que entendemos por ladrillo, pues la mayor parte del tiempo exigimos que nuestra lengua se imponga, siendo durante siglos bandera del invasor. Lo cual destaca la importancia de un medio común de comunicación integrado, desde la experiencia a las palabras, para lo que dice uno lo entienda el otro; porque toda palabra exige conocimiento y compromiso capaz de traducir y descifrar un código común por medio del conocimiento del 'yo y del tú'. Lo que tal vez haga posible que algún día entendamos el complicado anverso y reverso del mito de la Torre de Babel (y de la Rosaleda). O sea la raza cósmica de Vasconcelos.

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