Sunday, August 02, 2009

DE VOTOS Y DE TOROS

La Crónica de León /09-06-2009
José Luis García Herrero

¡Albricias, aleluya, eureka!: Europa sigue siendo del espectro de derecha de toda la vida y no algo más socialista, dicen algunos que andan por ahí con la Constitución en la mano y España en la faltriquera; que confunden vagos tonos con colores puros y al rosa llaman rojo, para que al oír este palabro alguna que otra beata y beato guerrillero con manos blancas exclame ¡santo Dios! y se santigüe varias veces; no vaya a ser que España se rompa en pedazos y le pille en las grietas. Menos mal que la cosa europea, financiera y mercantil, sigue atada y bien atada por la fuerza del orden establecido. Como iba diciendo, esa Europa que somos nosotros, aunque no lo parezca, está en las manos y maneras de siempre, para que la familia, cual sagrario de valores eternos, permanezca unida con o sin rosario que llevarse al alma, rogando se borre de los diccionarios perversos de Ambrose, y el que pretendió Cela, las palabras malsonantes: tal como aborto, laicidad, igualdad, solidaridad, justicia social, memoria histórica, libertad... Que se concreta en esta, de la cual dijo Celso E. Ferreiro en su ‘Carta a miña muller’: “Esposa, toma nota e non esquezas: / non digas libertá palabra triste / con peligro de morte y calivera. / En troque di cadea, viva, viva, / sí señor, moitas gracias, Dios llo pague”. Asi que de esto no se hable más, y con su pan y su riqueza y líos financieros se lo coma la UE esa.
Ahora hablemos del toro bravo ibérico en la fiesta trágica de una España de sol y sombra y tortura animal, fiesta considerada nacional al son del himno patrio vestido de luces y pasodoble. Por ejemplo, para honrar a San Isidro, allá por Madrid, se le ofrece la excelsa faena de matar por placer unas cuantas docenas de toros. En una de éstas, fue visto y no visto -dice el cronista de la cosa y el coso- pues cuando el matarife de turno a lomos de ‘Patanegra’ -un caballo lusitano de tres años de edad- citó al toro para colocarle el primer rejón de castigo, el toro se cebó con el caballo, lo empitonó por el vientre, lo levanto en peso con el pitón hundido, y con la barriga abierta lo dejó pisando su propio mondongo. Un tal Carlos Abella, escritor, califica este espectáculo de “único, imprevisible, eterno, que nos enriquece como seres humanos dotados de sensibilidad para apreciar la eternidad de lo efímero o lo efímero de la eternidad”. ¡Toma ya¡


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