Sunday, December 16, 2007

LA VIDA POR DELANTE

El Mundo/ La Crónica de León/ viernes 23-11-2007
José Luis Garcia Herrero
La vida por delante

La reciente Conferencia Ministerial de la ONU sobre Envejecimiento celebrada en León -460 delegados y expertos de 56 países-, me incita a repasar mis antiguos textos universitarios de demografía, tablas de mortalidad, el concepto estadístico de esperanza de vida. He aquí que entre libros y autores me atrae, por su vital expresión, el título de un capítulo: «La vida por delante». Sin citar al pie de la letra, vemos que si se elige al azar un niño de los nacidos en el año 1900, podemos deducir cuántos años vivirá partiendo de la probabilidad que facilita la tabla de mortalidad de la cohorte. Esa duración de vida edad por edad se denomina con el término “esperanza de vida”, asignando un valor a cada una de acuerdo con las tablas de mortalidad. En la cultura occidental, al contrario que las primitivas, la palabra “vejez” evoca la carga que impone la visión economicista de la vida; pues el término se asocia con el progresivo desgaste del organismo y mayor posibilidad de accidente. Lo cual Francis Ponge, el poeta de las cosas, ilustra con la supuesta taza en la que bebe café todos los días, no sufre desgaste, puede durar indefinidamente; pero un día por accidente se rompe, envejece al haber agotado su probabilidad de supervivencia: no por ser más vieja. Por tanto, el anciano se siente joven si tiene delante un gran número de más edad. Lo mismo que la población actual, al aumentar la edad media de esperanza, se manifiesta más joven, dinámica, más orientada al futuro que antaño: una realidad contraria a los nefastos augurios sobre senectud. Esta nueva situación de envejecimiento activo parte del análisis comparado de las pirámides de edad desde el siglo XVIII al XXI. Hace tiempo, la esperanza de vida al nacer era de unos 30 años; hoy está alrededor de 80 años, un poco más para la mujer. Por eso las tablas de mortalidad modifican la estructura social y obliga a la sociedad a dirigir una mirada distinta sobre sí misma, a comprender lo que implica el concepto de esperanza de vida activa a cualquier edad para cada uno de nosotros. Porque alejar la muerte, aunque sea como probabilidad, proporciona una visión nueva de futuro: es la profunda revolución de la humanidad ante la transición demográfica del llamado Primer Mundo. Ese ha sido el mensaje final de la Conferencia de la ONU sobre Envejecimiento: «Una sociedad para todas las edades, más equilibrada, justa y democrática». Lo cual aún está por ver.
Aunque puede parecer que la demografía nada tiene que ver con el lenguaje poético, hablo ahora de Antonio Gamoneda: «Hay un anciano ante una senda vacía. Nadie regresa de la ciudad lejana; sólo el viento sobre las últimas huellas. / Yo soy la senda y el anciano, soy la ciudad y el viento». Y de José Hierro: «Qué más da que la nada fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para nada». Y pienso en Ramón Carnicer. ¡Salud!

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