Wednesday, July 06, 2011

Hemingway, Ava Gardner, Mario Cabré,y San Fermín



La Crónica de León/6-07-2011

José Luis García Herrero


Firmo e Eugenia tuvieron un hijo al que llamaron Fermín. Un día, yendo al templo de Júpiter, conocieron a Honesto, capellán del obispo Saturnino, que llegó de Tolosa para borrar tinieblas del paganismo. Siendo esto del agrado de la gentil pareja, Honesto se lo dijo al obispo, que en Pamplona tiene el nombre de San Cermín, quien bautizó a toda la familia. Tan bien, que al poco tiempo toda Pamplona abrazó el cristianismo.
Bajo la protección de Honesto, Fermín trepó hasta ser nombrado obispo de Pamplona. Visitó diócesis, venció idolatrías; viajó a Beauvais, gobernada por enemigos del cristianismo; fue apresado y puesto en libertad. Pero como tenía vocación de mártir viajó a Amiens, donde terminaron sus fatigas, pues le mandó decapitar el gobernador Riccio a mediados del siglo IV. Hasta aquí, resumen de lo escrito por Carandell en su libro El Santoral. Otra versión dice que la fiesta del patrón San Fermín es unión de tres: la primera, religiosa; después de comerciantes desde el s.IV; por último, desde el s.XV, taurina. Prohibida bajo pena de excomunión por el Papa Pío V, ordenando que si alguna persona muere en festejos taurinos, no se le de cristiana sepultura. Vana prohibición, pues Felipe II y IV de Navarra logra anularla. Pero es desde 1926 cuando los festejos alcanzan popularidad: sobre todo con Fiesta, de Hemingway, el glamour de la Gardner y el torero Mario Cabré. En esas estamos: celebrando no se sabe si una fiesta cristiana, o el negocio de torturar toros por unos tipos vestidos de bailarinas. Pese al supuesto arte de participación popular, es difícil entender que tal fiesta consista en peligrosos encierros de despavoridos toros, además del holocausto de los animales mediante varias suertes de tortura. Todo para diversión de amantes de la juerga, sangre y dinero, bullanga y bebercio. Y esto en el siglo XXI, con apoyo de autoridades de un Estado que se reconoce constitucional y aconfesional, protector de ese gran toricidio llamado Fiesta Nacional. Si esto son los Sanfermines, que venga Fermín y lo vea. Sin olvidar lo que dijo el poeta J. Riechmann: “Quien trata inhumanamente a otro ser sintiente sometido a su poder muestra con ello una naturaleza inhumana”.

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