Tuesday, June 07, 2011

Chinda chinda tachinda chinda tata chinda chin

La Crónica de León/ 8-06-2011
José Luis García Herrero

Por si todavía queda alguien que lo ha olvidado, recuerdo que desde nuestra Carta Magna del 78, la Administración General del Estado quedó definida en tres niveles territoriales: Comunidad Autónoma, Provincia y Municipio. Que pueden ser más por la potestad autonómica de proponer y crear agrupaciones diferentes. Todo ello para que los españolitos del mundo te guarde Dios en lugar de súbditos puedan ser ciudadanos participantes de la acción política ya que la descentralización, además del derecho a gestionar los propios asuntos, pretende, -se dice- resolver problemas de la Administración. Pero una vez descubierta la singularidad y hecho diferencial, cada comunidad se puso a la cola o cabeza, depende, buscando más competencias, más transferencias y, por pedir no quede, hasta autodeterminación graciosamente libre y asociada.
Así, por estos pagos, para no ser menos, tenemos un bercianismo que quiere separarse de la Provincia de León; un leonesismo que reclama comunidad propia, y allá Castilla con la suya; un galleguismo que pinta y fala ceibe, algo así como ni Castilla ni León sino todo lo contrario, o sea cuarta provincia galaica; un psoe entre federalista histórico y centralista práctico que se inclina por las comarcas -caso singular la del Bierzo- con su consejo y presidente, consejeros y presupuesto para gastos corrientes; el resto, si algo queda, para inversiones. Ahora mismo, y ya puestos a revertebrar territorios, tal vez algunas ínsulas baratarias, también muy suyas y diferentes, quieran formar parte de la numerosa lista de enclaves españoles. En fin, que la carencia de un modelo homogéneo para los niveles de planificación y estructura territorial hace evidente el exceso de improvisación, clientelismo y electoralismo. Algo que no reduce escalones burocráticos, ni acerca la insaciable administración al ciudadano, ni democratiza la vida publica. Sin olvidar el intríngulis post-electoral de Ponferrada, enredado entre desafectos y adhesiones inquebrantables, jugando a tres bandas a ver a quién le toca ser “o noso señor o alcalde”, dice el muy simpático e irónico Catecismo do labrego, de celebrada memoria. Valen quinielas y porras al uso.

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