Sunday, January 13, 2008

PONIÉNDOSE LAS BOTAS

El Mundo/ La Crónica de León/ Viernes, 11-01-08
José Luis García Herrero
Poniéndose las botas

J. M. Naredo, autor de excelentes obras de urbanismo, cita en un texto presentado en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid la frase de Unamuno en “Del sentimiento trágico de la vida”: «Un mono antropoide tuvo una vez un hijo enfermo, desde el punto de vista estrictamente animal o zoológico, y esa enfermedad resultó, además de flaqueza, una ventaja para la lucha por la persistencia». El hombre acabó por ponerse vertical, dando lugar a la idea instrumental del dinero, afán de lucro y crecimiento económico ilimitado, lo cual hoy, con los potentes medios técnicos disponibles, hace que la “especie humana aparezca como patología parasitaria de la biosfera” (Naredo). Por ejemplo, un desarrollo urbanístico muy superior al crecimiento demográfico estacionario, incluso regresivo, es un fenómeno similar al proceso cancerígeno. La fuerte analogía entre ocupación territorial desmedida y el melanoma humano, Naredo lo califica de crecimiento rápido movido por el lucro; conurbación difusa y metástasis periférica; invasión y destrucción de asentamientos y edificios adyacentes. Un urbanismo predador e insolidario, que a nivel nacional, autonómico y local da lugar a que España esté a la cabeza de UE en explotación urbanística y destrucción de patrimonio inmobiliario.
En este espacio berciano de singularidades peleadas, para no ser menos, siguen empeñados en que el gobierno local es una especie de macrogestoría urbanística; y ellos, los elegidos, eficaces agentes de la propiedad inmobiliaria organizados en sociedad anónima: llámese Pongesur o cualquier otro espurio eufemismo capaz de eludir el obligado control de su condición política. Porque la ciudad no es sólo un sistema de reparto de artilugios diversos, mobiliario pretencioso y necesidades reales o creadas gracias al truco de compra-venta, plusvalías y beneficios repartidos golpe a golpe -dudosamente normativo- de un incesante y especulativo ‘do ut des’ de patrimonio público; la ciudad es mucho más que una partida de juego electoral. Los efectos de esa política urbanística pueden dar buena renta electoral, pero el resultado a medio plazo será una pesada carga económica para el mantenimiento de la ciudad, además de aumentar la discriminación suburbana.
Como bien anotaba Petra Portela el pasado domingo, ‘quizá Mass decida apretar el acelerador e instar la clarificación de todos y cada uno de los apaños urbanísticos de un alcalde sujeto a sospechas, empeñado en ser diputado para blindarse ante previsibles incidencias judiciales’. Antonio Gala, para evitar la desvergüenza inmobiliaria, propone la “demolición inmediata de construcciones ilegales, caiga quien caiga; disolución de ayuntamientos culpables, castigo como prevaricador a quien vote o informe favorablemente planes y proyectos ilegales’. Hale, manos a la obra.

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