Sunday, October 22, 2006

NOS QUEDA LA PALABRA

El Mundo/La Crónica de León/ viernes, 20-10-2006
José Luis García Herrero
Nos queda la palabra

Se preguntaba Italo Calvino (1923-1985) el por qué, el para qué se escribe. Hoy, sin ir más lejos, podía ser del recurrente e irrefrenable urbanismo: esa reiterativa, repetitiva apetencia por la mixtura de cemento, ruido y CO2 de los capitostes de Ponferbella -digo Ponferrada, en qué estaría pensando-. Pero no, será mejor dejar el asunto del ladrillo y sus daños colaterales para cuando los papeles protestados pasen el fielato de la Junta.
Porque ahora, que vienen a todo trapo y trote las elecciones municipales, también hay que hablar por hablar de las hablas de León, Castilla-León, León y Castilla, Castilla y León o cualquier otra paridad de sólo uno, dos, tres o más elementos: si incluimos todas las comarcas de cada variable territorial que andan por ahí a su aire en toda España. En el Bierzo, con su Consejo Comarcal, su presidente, su comisión de gobierno, sus 51 miembros y su sede y su bandera y su escudo, su vivir sin vivir en sí pidiendo más competencias. Pero, glosando por los pelos a Bertolt Brecht, tiene un defecto, le falta algo: quiere gozar de iniciativa legislativa y hasta disponer de lengua propia, cosas de muy difícil solución, pues como en el ‘Atlas Lingüístico de El Bierzo’ dice Alarcos Llorach, de Real Academia Española: «Sorprende que una unidad geográfica e histórica tan bien definida como el Bierzo esté partida en dos por los rasgos lingüísticos: a levante lo leonés, y a poniente lo gallego, hoy bastante absorbidos por el español general». El académico quizá no recuerda que en el año 2001 de este siglo XXI de nuestros sustos y desamores, el ayuntamiento de Villablino, gobernado por IU, propuso con laxo rigor de dialéctica marxista, desgraciadamente abandonada, que se implante como idioma optativo entre los escolares de la Comarca de Laciana la lengua autóctona, variante del lenguaje astur: el pachuezo, porque ello «potenciaría la imagen del idioma oficial de la zona y su personalidad». No olvidemos el habla berciana del Atlas, ni el llionés: que este al parecer la Unesco reconoció como lengua en peligro de extinción. Tampoco esas otras 21 comarcas leonesas sin un sólo consejo comarcal que llevarse al Estatuto, se llamen así o como demanda la siempre original UPL: veguerías, con su correspondiente veguer al frente de cada una con funciones judiciales, gubernativas y militares, al modo y manera del siglo XII de la Era catalana y mallorquina.
Ya lo dijo el Doctor Manuel Díaz, ‘Honoris Causa’ de la Universidad de León: «El leonés no llegó a constituirse nunca como lengua». Y el catedrático J. Ramón Moralas: «La realidad es que hablamos castellano, por muy leoneses que seamos». Por eso el problema -señor Italo Calvino que en paz esté- no va a ser el qué, sino el cómo: si escribir en llionés, astur, gallego, pachuezo, berciano, español, castellano o román paladino. Aparte del inglés del Imperio.

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