Saturday, October 23, 2010

El templete del Temple


La Crónica de León/ 26-10-2010
José Luis García Herrero

Casi en el centro de la ciudad, allá donde se cruzan los caminos hacia Flores del Sil, pongamos que hablo de Ponferrada, hay un gran espacio verde que antaño fuera sólo para uso y disfrute de unos cuantos gerifaltes de la histórica y hegemónica MSP (ya saben la de la gloriosa montaña de carbón esparcida tramposamente a precio de oro por todo el Bierzo), también de ese otro lugar de escoria residual que hoy se llama, nadie sabe por qué, La Rosaleda, quizá por su espinoso desarrollo metajurídico de cambalache urbano, donde algunos se han puesto las botas de siete leguas y otros andan a trancas y barrancas en alpargatas, con la gripe de una crisis financiera que no termina de curar. En aquel espacio verde que te quiero verde, ahora que parece público, hay un bar con sus mesas, sillas, sombrillas y algunas ardillas listas como el hambre. Hay también, este es el caso, un templete semiabandonado que no tiene rotonda ni caballo ni caballero templario, aunque este cabalga por allí cerca. Tampoco, claro está, tiene ese templete una marchosa banda de música, por supuesto municipal, que alegre aire y vida de la gente en los placenteros atardeceres del buen tiempo. Y visto que nadie ocupa ni se ocupa del templete, triste, sólo y abandonado, tanto o más como el inefable y casi olvidado invento, a medio camino entre Auditorio y circo romano. Por esto, pensando en aquel sabio consejo de un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio, tal vez no estaría de más ir con la música a otra parte y trasladar el deshabitado templete que nos ocupa y preocupa al centro mismo de la plaza del Ayuntamiento, para que la popular banda municipal, casi siempre silenciosa y silenciada, que tanto sabe de la buena música, dé conciertos en domingos y, como suele decirse, también en fiestas de guardar. A ver si así el pomposamente llamado Casco Histórico, sea de una vez menos antiguo y más alegre, no como ahora: sólo un lugar para que los bares 'okupen' el espacio público sin más objetivo que el comercial y sin ningún valor cultural añadido al privado –legítimo, por supuesto–. Dicho todo lo cual, ahí queda eso, por si el Ayuntamiento se entera, sea excelentísimo o simplemente lo que corresponda según protocolos, usos y costumbres del Estado y gustos suntuarios de cada transitorio ocupante por la gracia de dios electoral y cabreo de la Huelga General.

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