Saturday, September 18, 2010

LA FIESTA TERMINÓ

La Crónica de León/14-09-10
José Luis García Herrero

Ahora que todos los adultos tienen un año más, o demás, regresan a bombo, bombazo y platillo las fiestas patronales repartidas por los rincones de la España zaragatera, triste o alegre, siempre en honor de santo o santa, sin saber bien qué pintan los divinos en medio de tanta botella, botellón y botillo, venga o no a cuento del festejo que se celebre. Quizá por ello lo que empieza siendo fiesta religiosa, termina como el rosario de la aurora, pero en laico, ya que esto de las fiestas llamadas populares, tiene su origen en una frase atribuida a León de Arroyal: “Haya pan y haya toros, y más que no haya otra cosa”. Incluso Miguel de Unamuno en 1895 lo recoge en su libro “En torno al casticismo”. Y a mediados del siglo XX revive como “pan y fútbol” a causa de la utilización que hizo el franquismo de este deporte como canalizador de inquietudes sociales. Por eso, aunque estas paráfrasis no tienen relación con el incompleto texto de Marx cuando define la religión como el “opio del pueblo”, una vez metidos en paráfrasis más o menos exactas, resulta que en toda fiesta patronal lo mismo aparecen en escena evocaciones de la Edad Media, templarios de pacotilla, toros embolados o alanceados, aunque esto, gracias a dios, no se produce en el Bierzo, pero sí el evento patronal que se repite imperturbable año tras año, revuelto entre mitras, procesiones y pasodobles estilo Valderrama, Escobar y otros virtuosos de la música clásica y celestial.
Toda esta charanga que forma parte de la cosa patronal, me ha hecho recordar una columna metafórica de Francisco Umbral sobre la España de la rabia y de la idea, que no termina de alborear aunque anochezca cada día. Por eso, Umbral le cantó las cuarenta al Mariscal de Cobi; otro día cualquiera a los turbios orígenes de “una libertad mal entendida, de unas botellas vacías y unas bragas olvidadas”, de una juventud de quince a veinte años que está “perdiendo su divino tesoro con un botellón de inefable bebida al sol naciente de los sábados en la puta calle”. Juventud, precisa Umbral, “ganada demagógicamente mediante el porro, el aprobado fácil, libertad de bragueta y de reloj”. Cito, con comillas, a Umbral en un día de prensa con portada del banquero Conde en Alcalá Meco: buen lugar vacacional para tipos de pelotazo, jaguar y ‘honoris causa’. Y ahora, mientras la ciudad descansa del vendaval fiestero, digo con Krahe, de allá por 1983: “Me gustan las fiestas del lugar, los cohetes que hacen ¡pum!, hacen ¡pam!... a mí plím los demás.” O sea.

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