Friday, August 06, 2010

QUE VIVA ESPAÑA

La Crónica de León /03-08-10
José Luis García Herrero

De pronto desperté “Nunca despiertes... no sepas lo que pasa/ ni lo que ocurre” (Miguel Hernández). Corrijo: de pronto me despertaron atronadores petardos, claxon de coches que van de un lado para otro sin rumbo. Medio dormido miro por la ventana a ver qué pasa, y lo que veo es un impresionante flamear de banderas ondeando en los coches, en manos enfervorizadas, tatuadas en rostros y brazos... Entonces me parece oír, surgiendo del inconsciente colectivo, aquel “Montañas nevadas, banderas al viento”. Pero el ambiente me despierta viendo que es imposible, porque aunque es julio y verano no hay viento ni las montañas están nevadas, pues no estamos en aquel antaño sino en el 2010. ¿Entonces qué pasa para tanto jaleo, jaleo, para tanta bandera desplegada? ¿Se habrá acabado la crisis? Pues no. Pasa que España ya es por fin campeona del mundo, aunque de momento sólo lo sea en fútbol... Por eso lo que realmente estoy escuchando, surgiendo de las entrañas de un vehículo, no es aquello de las banderas, sino a Escobar que, una vez recuperado su carro, aúlla a los cuatro vientos: “Que viva España. La vida tiene otro sabor. Laralaralalarala”.
Así, entre banderas rojas y gualdas, patrióticos noticiarios de rancio estilo, pasan los días sin ruido ni coches alocados. Y esta vez despierto, sorprendido por tanto sosiego y por el alegre piar de vencejos, que cortando el cielo dan fe de ello. Y lo mismo que antes me pregunto ¿qué pasa? Pues sencillamente que en el Congreso de los Diputados se celebra el “Estado de la Nación, las autonomías, los ayuntamientos y las nacionalidades”: tal como dice la Constitución. Y resulta que tan importante cosa no despierta entusiasmo alguno, sirviendo sólo para que unos diputados y otros se entretengan lanzándose puyas y descalificaciones, de forma que un señor que hace de presidente los regañe de vez en cuando advirtiendo que se porten bien o se verá obligado a quién sabe qué medidas; pues los diputados -como sabemos todos- gozan de inmunidad, incluso impunidad, para decir lo que mejor les plazca en privado o en cualquier medio de comunicación más afín a sus tesis ciertas, difamatorias o electoralistas. De ahí ese sorprendente silencio en la calle. Como dice el tango: “Silencio en la noche, ya todo está en calma, el músculo duerme, la ambición descansa”. Por aquel ruido y este silencio: “Ulcera ver a los jóvenes maltratados por estas diecisiete Españas injustificadas, egoístas y ladronas.” (Pérez- Reverte).

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