Sunday, July 13, 2008

LA TORRE DEL HOMENAJE

La Crónica/ viernes 4-07-08
José Luis García Herrero

Ahora va de veras, dijo algo cabreado Neruda en su Estravagario; y sigo yo, glosando a Rubén Darío: porque ahora ya viene el cortejo, los heroicos atletas, las bellas mujeres, los fieros guerreros, los arcos triunfales, los rudos penachos, la pica, la lanza, la roja cruz del Temple, de Malta o Calatrava, las trompas de guerra tocando la marcha triunfal. Ahora llega a medias el Medievo con los a medias templarios a ocupar el no menos a medias castillo del Temple, convertido por arte de magia templaria en fortaleza de cartón piedra y ruina disfrazada de historia incierta, con sus tejadillos a les anciens châteaux, canalones, balconcitos, pendones, estandartes, banderitas de colores a tutiplén. Como dijo un inteligente mozalbete de BUP: lo han escachifollado; uno, menos sabio, añade: hasta descangayado. Ya que por fas o por nefas, por edades del hombre y de la hombra lo han puesto en valor de mercadillo, turismo de cuchipanda y carnavalada segundo piso ascensor. Y todo para que de vez en cuando vengan templarios de pacotilla, verbena y zarzuela chipén a ver si encuentran por ahí el fabuloso tesoro del Rey Salomón y el Arca de la Alianza, acaso de Civilizaciones; además de esa lengua oficial y común y castellana de los neo-abanderados. Lo cual hace recordar que en épocas medievales -¡ah, tiempos aquellos!- hubo la torre aislada y altísima llamada del Homenaje, demostración de respeto, fidelidad y sumisión de los súbditos al señor y dueño de todas las cosas habidas y por haber. Algo así como la Torre de la Rosaleda, el Pazo de Meirás y el Caudillo Franco por la gracia de Dios y de la espada: tan aficionado al estilo Isabel y Fernando, coros y danzas, yugos y flechas, cosas así.

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